Por Edmé Domínguez R., GADIP (Gender and Development in Practice) y Escuela de Estudios Globales, Universidad de Gotemburgo, Suecia.
Este 14º Encuentro, al igual que el anterior en Lima está enmarcado dentro de la tradición general de los encuentros feministas que han tenido lugar desde 1981 en América Latina. Estos foros son los medidores del estado y la consolidación o fragmentación de este movimiento, de sus éxitos y reveses. En estas reuniones participan los movimientos feministas de base que luchan por los derechos de la mujer, desde diferentes perspectivas y enfoques. Más que la elaboración de estrategias comunes estos foros tienen como objetivo, eso, el encontrarse, el dialogar, el realizar un reconocimiento de su evolución en los diferentes sectores y temas, entre las diferentes perspectivas y puntos de vista incluso opuestos. Se trata de la creación de espacios de discusión, conocimiento y reconocimiento, de encuentro y re-encuentros, de creación o recreación de redes que compartan información y conocimiento. Reuniones para recargar energía y seguir resistiendo. Sobre todo en estos tiempos de reveses, de ‘backlash’, de luchas para sostener lo ganado, lo alcanzado hasta ahora. Y éste fue uno de los temas dominantes del 14º Encuentro: Diversas pero no Dispersas, decidir el cómo reconocer esta diversidad sin perder la cohesión del movimiento (s).
Cada país o movimiento organizador decide el programa y la forma de organizar la reunión. El 14º Encuentro abrió con una inauguración poco común. En lugar de discursos y bienvenidas (más allá de la enumeración de los países representados y de constatar que éramos poco más de 2000 el número de participantes) por parte de las organizadoras o ‘feministas históricas’ del lugar del Encuentro, la Asamblea inaugural fue dirigida por una actriz que aparte de amena nos presentó una pequeña obra de teatro un tanto inesperada pero muy bien realizada alrededor de la ‘conversión al feminismo’, la toma de conciencia de la opresión de género. Ya no habría otra plenaria sino hasta la clausura, a diferencia de Lima en 2014 donde hubo plenarias a diario además de talleres y seminarios. En Uruguay se procedió a base de ‘Asambleas’ por las mañanas y ‘Actividades autogestionadas’ por las tardes. Cada ‘asamblea’ trataría temas muy generales, como ‘Cuerpos, subjetividad y derechos’ o ‘Violencias de género, ni una menos’ o ‘Desafíos y perspectivas de la Economía Feminista’ mientras que por la tarde las actividades autogestionadas se darían en forma de talleres o charlas y discusiones o ‘performances’ en torno a temas más concretos como ‘transformar la economía para realizar los derechos’; ‘territorios en disputa, resistencias feministas’; ‘el cuerpo como territorio en construcción’; ‘el amor cura, núcleo de mujeres negras’; ‘jóvenes indígenas y feministas mirando al futuro: reflexiones interculturales´ y muchas muchas más.
Como siempre, fueron muchos los temas tratados pero dos de ellos dominaron las reuniones: la violencia de género (‘Ni una menos’) y los reveses o amenazas de reveses a las conquistas ganadas, en mucho asociados a los reveses a los gobiernos de izquierda en la región y a las reacciones de los grupos de derechas más conservadores. Casi todas las asambleas y talleres autogestionados tocaron o fueron tocados en mayor o menor medida por estos temas.
Era imposible estar en todos los eventos o presenciar todas las discusiones, había que elegir y yo me incliné por las cuestiones económicas. Dada la diversidad de temas tocados en estas asambleas y talleres es mejor mencionarlos en base al documento que presentó las conclusiones de esta asamblea, una reflexión basada en 10 puntos cardinales:
- 1.El trabajo, no solo en torno a la precariedad que se expande sino también como fuente de empoderamiento (problematizando el hecho de que el trabajo en sí empodere: “No cualquier trabajo remunerado implica mayor autonomía”), como vía de entrada al sindicalismo (con los retos que esto implica), su relación con el trabajo reproductivo y el cómo lograr que el estado se haga cargo de estas tareas, la lucha por el reconocimiento de los derechos laborales de sectores como las trabajadoras domésticas pero también de las trabajadoras sexuales (aunque aquí se anotó: incluyendo alternativas laborales para las que quieren dejarlo).
- El cómo las políticas macroeconómicas internacionales (incluyendo los tratados de libre comercio) impactan en la vida de las mujeres en general a nivel de derechos laborales, patrones de consumo, las patentes de medicina y alimentos, el Big Data y el comercio digital. El cómo reemplazar al mercado por la vida como centro del debate económico mundial, escogiendo los foros donde debatir.
- El cómo problematizar los conceptos de pobreza, desarrollo, desigualdad y prestaciones sociales. En torno a la primera, el cómo buscar soluciones amplias y no solo limitadas a políticas de transferencias o emprendimientos, el verla como consecuencia lógica de los patrones de desarrollo y desde una perspectiva interseccional de raza, edad, clase, género. Esto se enlaza con la desaparición de prestaciones sociales (maternidad, pensiones…) y los niveles de endeudamiento usurero que sume a las mujeres que intentan cubrir necesidades básicas para sus familias.
4-5. El cómo las brechas económicas de acceso a la riqueza, la propiedad y los recursos se entrecruzan con identidad de género, clase, raza y etnicidad, recreando desigualdades y exclusiones. Esto fue sumamente enfatizado en relación a las mujeres negras e indígenas en su situación económica y social pero también a nivel de salud (seguridad alimentaria y nutricional) y cultura.
- Presupuestos nacionales y políticas de ingreso donde se cuestionan estos presupuestos como parte de políticas públicas insuficientes cuyas reformas fiscales no han hecho sino acrecentar las brechas.
- El cómo fortalecer los lazos entre feministas de la academia y el activismo con la creación de espacios, la construcción de una red de economía feminista ya que “La economía feminista no es sólo un tema de economistas, es de todas”.
- El cómo promover programas educativos que desarrollen la igualdad de género a la par de impulsar procesos de alfabetización económica para todas las mujeres de base.
- El cómo los reveses en los regímenes democráticos se asocian con los reveses en las conquistas de género y en los incrementos de la violencia así como con el fortalecimiento del patriarcado.
- La cuestión de alternativas al modelo económico: generación de economías autónomas basadas en la cooperación, solidaridad, agroecología feminista, modelos de intercambio con valor humano, sostenibles y sustentables con los recursos naturales. Modelos que le devuelvan al gobierno local recursos y poder, donde la propiedad intelectual no amenace los saberes de las mujeres y donde no se gaste en armas o conflictos sino en la sustentabilidad de la vida.
A estos temas se podrían agregar los de la economía informal (la cuestión del micro-empleo y el autoempleo) y subrayar que la perspectiva de género en la cuestión de libre comercio y en la de los abusos de las corporaciones transnacionales tuvo varios ‘talleres autogestionados’ ligados a las actividades planeadas en torno a la ministerial de la OMC (Organización Mundial de Comercio) en diciembre 2017 en Buenos Aires.
Otras áreas de discusión a las que pude asistir trataron de las experiencias de desarrollo de estudios de género en la academia, sus éxitos y retrocesos, su vínculo con el activismo; de las experiencias de participación política en partidos y elecciones (con ejemplos muy concretos del lanzamiento de candidaturas feministas a la ‘constituyente’ de la Cd de México, la lucha por estos espacios electorales dentro de los partidos en Brasil, los logros y reveses en Chile entre muchos otros), las luchas de la mujeres indígenas jóvenes por conseguir espacios de acción dentro de sus movimientos y de los movimientos feministas, etc. Los temas del aborto, sexualidad y control del cuerpo siguieron dominando los foros generales. Una novedad con respecto a Lima, casi todas estas asambleas y talleres eran acompañadas de dinámicas de ejercicios físicos en grupo, en forma de gimnasia, danza o movimientos rítmicos antes o después de las sesiones, lo que le inyectaba más energía a las discusiones.
Por otra parte vale la pena hacer notar una diferencia muy marcada con el Encuentro de 2014: la falta de asistencia de esa enorme cantidad de mujeres indígenas que desfilaban con esos bellísimos trajes en Lima en todos los talleres y plenarias. Lima estaba en el centro de la América andina y era naturalmente más fácil asistir que a la distante Montevideo donde la presencia de las activistas indígenas sí se dio pero en escala muy limitada. Un poco compensando esta ausencia lo que sí se dio en Montevideo fue una enorme presencia brasileña.
De forma inevitable en un movimiento tan amplio, las tensiones siempre existentes dentro de estos foros, resurgieron de una forma u otra: el trabajo sexual como ‘trabajo legítimo’ digno de derechos laborales-sindicales o como forma de explotación a ser eliminado, la intersección de explotaciones que hacen a las mujeres de clase media de alguna manera cómplices del sistema de explotación y discriminación de clase, raza y etnia, los conflictos de estrategia que siguen fomentando la brecha entre ‘autonomía activista’ y ‘feministas institucionalizadas’ (en NGOs o instituciones estatales) y de forma menos dramática pero aún así latente el de la falta de cooperación sistemática entre la academia y el activismo.
La logística del Encuentro reflejó un enorme trabajo con grandes ambiciones. El que todas las sesiones, foros y asambleas hayan sido en el mismo lugar ayudó mucho a la cohesión del Encuentro, las comidas, de buena calidad, fueron todo un logro de organización y logística, el programa cultural fue excelente, variado y rico en experiencias. Hubo además una exhibición de la historia del movimiento y los Encuentros muy bien documentada y presentada aunque desafortunadamente haya pasado desapercibida para muchas dada su localización y la poca difusión que tuvo desde el principio.
Por último, la plenaria de clausura quiso retomar las conclusiones de todas las asambleas, esfuerzo titánico y casi imposible pero sí logró ser un buen reflejo de la diversidad de estos Encuentros. No fue solo la presentación temática sino también orgánica del movimiento: grupos de mujeres indígenas, de mujeres negras, de mujeres transexuales, de mujeres homosexuales, de trabajadoras sexuales, etc. Todas ellas con sus banderas, sus pronunciamientos, sus lemas y su alegría eufórica de estar juntas, de reconocerse y ser reconocidas como parte del movimiento. Toda una fiesta de colores, música y diversidades. Hubo también un sketch cultural y satírico y al final la inevitable discusión de la próxima sede del Encuentro. Y como en Lima, la elección no fue fácil. La única candidatura consensuada entre sus miembras fue la de Argentina pero no se logró mayoría al respecto ya que otras participantes se inclinaban más por el Caribe: ¿República Dominicana? O incluso Centroamérica: ¿El Salvador o Costa Rica? Pero al no haber confirmación de estas candidaturas se optó por esperar varios meses por la respuesta dominicana y posponer la decisión hasta entonces. La búsqueda de la representación de la diversidad que caracteriza al movimiento me parece se esconde detrás de esta elección de sedes.
Finalmente, este Encuentro, como todos lo anteriores, refleja el momento que vive el o los movimientos feministas. La necesidad de cerrar filas para defender lo conquistado, las alianzas en contra de las violencias de género (la masiva ‘Ni una Menos’) frente a ataques cada vez más feroces de derechas conservadoras, iglesias, corporaciones. Pero también la alegría del re-encuentro, de la solidaridad, la reflexión de las experiencias, de los errores y los aciertos dentro de un respeto a la diferencia (de identidad, de opinión). Es esto lo que significó el 14º Encuentro Feminista continental: diversidad en la unión y unión en la diversidad.